Recuerdo como fue mi primera experiencia al disfrutar de una práctica de Yoga Iyengar. Me enamoré por completo de la técnica y precisión con la que se elaboraban las âsanas. Cambió totalmente mi percepción corporal, vital, sensorial y mi percepción temporal.
Entré en el Centro con una necesidad voraz de resolver mi presente y salí entendiendo el valor del instante en el que me encontraba. La práctica me trasladó al momento presente y me hizo apreciarle como un regalo que la Vida me ofrecía y que era perfecto tal y como se manifestaba.
El primer contacto con los soportes me fascinó. Comprobé como mi organismo entendía a la perfección la postura aun sintiendo sensaciones de estiramiento extremas. Los soportes abrieron un abanico ilimitado de posibilidades para perfeccionar mi práctica y aumentar mi sensibilidad ante ella.
Todo mi Ser estaba sediento de información, de técnica y de instrucción. A medida que la práctica transcurría, de repente lo comprendía todo. Postura tras postura, en una secuencia perfectamente estudiada mi organismo vibraba en una frecuencia única e inigualable por nada. Conseguí aceptar mis limitaciones y trascender a ellas. Sentí la fuerza y vitalidad que había perdido u olvidado (aún no sé descifrarlo). La alegría impregnó mis tejidos y supe que estaba donde tenía que estar exactamente. Que mi Vida, tal como era, me había llevado a esa experiencia Vital y sentí un profundo agradecimiento de mi momento presente.
La paz me invadía.
Supe que el Yoga Iyengar sería el camino de mi práctica y quince años después es mi pasión, el motor de mi Vida… para mí es el triunfo de la Vida sobre la muerte en mi persona y me siento bendecida por ella cada día.
Aún hoy sigo percibiendo sensaciones nuevas que hacen comprenderme, respetarme, aceptarme, valorarme, amarme… y todo lo que consigo hacia mí hace que logre extrapolarlo hacia el entorno que me rodea.
Cuando llega un@ nuev@ alumn@ a mi Centro, y veo su cara cuando acaba la práctica, reconozco en sus ojos lo que yo sentí cuando practiqué por primera vez y me emociona profundamente.
Agradecida por encontrar mi Camino y poder transmitir mi fascinación por esta Disciplina a tod@s mis alumn@s: l@s que están, l@s que estuvieron y l@s que estarán.
Feliz Verano.
Hasta la vuelta.
Hari Om Tat Sat